Tamarilandia

Tiene un Potito, al que a veces cuando le da por amarlo, le dice Potitito, mientras simultáneamente le estruja las orejas, hasta que el animal pone ojos de ¡basta!


Pitoi y Shole son sus papás, a quienes suele pedirles, le compren un huovo de chotolate, la lleven a la plasha o le hagan lecshita con popoba.

Ahora que aprendió a usar el botón "re dial" del teléfono llama unas diez veces al día, para hablar conmigo (su Tía Veio.) Lo de tía en mayúsculas no es error, es el nombre que ella eligió, en reemplazo del que me vino de fábrica.

Claro que, no contenta con hablarme sólo a mí, rápidamente pide que le pase el tubo a quien, en un primer momento fue Febe, y ahora es Feeeíto, Pelaro, Horrible, hijo del demonio. Lo cual es el código interno que mantienen para maltratarse. Hace pocos días, casi sin querer le dijo "tío Feie" y al darse cuenta, los dos se echaron a reír en complicidad; con lo cual no hace falta aclarar que a él, haber sido su tío por esos instantes le encantó, aunque no lo diga.

Puede pasarse horas jugando con su abu, porque le encanta que la revolee por el aire, la dé contra los muebles, la levante de la ropa tal gancho de carnicero y la haga sobrevolar el comedor. Adora ir al negoshio, y ayudarlo a preparar milanesas; para luego, correr hacia la caja registradora y querer cobrar un pesho, a cada cliente que entra.

A su abuela, la ayuda a coser ropa para Frora y la convence de ver todas las tardes, los dibujitos del Discovery kids, haciéndola bailar al ritmo de alguna canción Berneynezca.

Para ella, las nenas tienen poshola, los nenes pipi. Suele encontrar diversión, cuando su papá le propone recolectar putarashas (esos insectos repugnantes que habitan todas las casas) para luego rociarlas con alcohol, y festejar a modo de ritual, cuando los cadáveres incendiados de las bichas, hacen chasquidos mientras se carbonizan.

Con apenas tres años, de haber llegado a nuestro mundo, ya nos ha demostrado que entrar en el suyo, es un privilegio delicioso.